Ancdt´a

Aunque ya tiene como unos tres o cuatro años que deje de patinar, una muy pequeña parte en mi corazón aun está reservada para esto, una de las etapas en mi vida de las que más he aprendido y mas me ha marcado. Aun disfruto mucho ver videos de chicos patinando ya sea por las noches para poder relajarme o durante el día para poder inspirarme, ya que la música, la alta definición, los ángulos de las cámaras, el preciso y delicioso estilo urbano del que tanto disfruto, la habilidad de gente haciendo lo que ama y el saberlo apreciar es para mí una mezcla de habilidades inigualable.

Hace unos días vi un video muy inspirador, que hablaba sobre como es la vida que llevan aquellos skates que no son profesionales, aquellos que no tienen tanta suerte. Dentro del video el chico decía que siempre uno debía de recordar que cuando empezamos a patinar nunca lo hicimos para ganar dinero o para convertirnos en los héroes de alguien, lo hicimos por la libertad y la alegría que esto nos brinda, lo cual me hizo recordar un pequeño suceso que es lo que realmente traigo.

Todo comienza en una tarde del sábado a mis 13 o 14 años patinando como de costumbre con mis amigos en el modulo del ISSSTE, lugar con muchos escalones, desniveles y un suelo muy adecuado para patinar. Ese día precisamente no buscábamos sacar algún truco ni nada por el estilo, solo estábamos jugando como jugaría un niño con su patineta, vimos salir a una chica que acababa de terminar de hacer el súper, vestida como si acabara de salir de la oficina, una joven casi a punto de convertirse en adulta, nos miro por un momento mientras jugábamos, esperábamos regaños o preguntas incomodas como las que nos hacía la gente que pasaba por ahí, pero para nuestra suerte solo siguió su camino sin importarle mucho nada a nadie. Creo que nadie se esperaría que casi al instante fuera a volver. Todos estábamos distantes patinando cada quien en su lugar, y al verme a mí como el mas cercano se me aproximo, muy emocionada me comento que siempre había tenido el pequeño sueño de deslizarse fugazmente en una patineta al estilo de las caricaturas y me pidió de favor si le podía enseñar,  podría haberle prestado mi patineta y dejar que los resultados dependieran de su habilidad como acostumbraba hacer, pero esta situación tan peculiar me hizo cambiar de opinión, así que me di a la tarea de explicarle las partes de la tabla, la manera en la que debía de colocar sus pies, como debía de impulsarse y de darle unas cuantas demostraciones, luego le dije que practicara un poquito agarrándose de las rejas, al finalizar todo este proceso ella pudo avanzar, impulsarse y frenar sumamente bien tal y como lo haría alguien con un poco de experiencia andando en una tabla, muy emocionada me comento que se sentía mucho mejor de lo que se veía, que se sentía como si volara, estaba ella tan feliz. Se dedico a jugar un rato con mi tabla deslizándose en las rampas para discapacitados y por las demás partes del parque, al finalizar me devolvió mi tabla, me agradeció y se fue.

Quizás suene como algo muy sencillo, pero hoy día lo recuerdo como algo que me llena mucho, como si esa chica hubiera resumido la emoción que todos sentimos al patinar y por lo que lo empezamos a hacer, simplemente son esas pequeñas emociones que crean esa sensación de estar totalmente lleno de sentimiento y libertad.

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